Crossroads


Allá por el mes de septiembre de 2007, echaba a andar este blog mientras leía el libro “On beauty” de Zadie Smith y tomaba unas copas de Pago de Carraovejas del 2004. Por aquel entonces compré una caja de este magnífico vino, y a lo largo de estos tres años y medio he ido disfrutando del resto de botellas. Esta noche he abierto la última que me quedaba, y la verdad es que el vino sigue en un excelente estado de forma. Lástima que sea la última! Me siento a leer “Los sinsabores del verdadero policía” de Bolaño con el “Four walls” de Cage de fondo. No puedo. El piano de John McAlpine se lleva toda mi atención. “Four walls” es una música violenta, apasionada, arrolladora. Es como una lucha entre un hombre y un piano, un combate al que McAlpine se emplea con absoluta dedicación. Por momentos no se sabe muy bien quien toca a quien: si es el hombre quién toca el piano o al revés, el piano quien toca al hombre. No se si Cage lo tenía en mente cuando la escribió, pero la obra se divide en dos actos y catorce escenas (casi quince como los combates de boxeo) y su título podría recordarnos al cuadrilátero. Y no es hasta la escena final cuando comprobamos que quien gana es el hombre, que es él quien toca al piano (por cierto, esta última escena se titula “sharp and angry”, fuerte y enfadado). Lo que yo decía.

Me pregunto que debió pensar la gente que la escuchó por primerra vez cuando Cage la estrenó en 1944 con el ballet de Merce Cunningham. Más que vanguardia, les debió parecer “punk”. Cage se había instalado en Nueva York a principios de esa década, y a pesar de que Nueva York siempre ha estado a la vanguardia musical, esto debió ser demasiado. ¡Y en plena guerra mundial!

Y pienso en los contrastes de un país como Estados Unidos. Unos pocos años antes de que Cage compusiera “Four walls”, en el sur un tipo negro escribía cosas como “Come on in my kitchen”, “Terraplane blues”, “Me and the devil blues” y “Love in vain” entre otras. Se trataba de Robert Johnson, el hombre que firmó un pacto con el diablo a cambio de convertirse en “the king of the delta blues singers”. El mujeriego que fue envenenado por un marido celoso a los 27 años de edad. El bluesman que solamente grabó 29 temas en dos sesiones, 29 temas que han influido de manera especial en la mayoría de los grandes músicos de blues, jazz, rock, reggae, etc ... de la segunda mitad del siglo pasado. El músico que ya tiene un lugar entre los grandes genios del siglo XX. ¡Esto si que es tierra de contrastes!

Esuchando:
John Cage – Four walls (Largo 1994)
Robert Johnson – King of the delta blues singers, Vol. 1 & 2 (Columbia 1998)

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